.- Water for
washing !
.- zzzzzzzz
.- Water for
washing !, insistían desde fuera.
Eran las 7.00h de la
mañana, y cuando abrimos la cremallera de la tienda nos encontramos en la
puerta a Yellow Jacket con un barreño de agua caliente en la mano, repitiendo:
.- “morning,
water for washing”
.- good morning,
how are you?, respondimos.
.- … water for
washing, y se marchó.
Este rito se repetiría
todos los días de la ascensión. Yellow Jacket, el porteador que la noche
anterior había tocado diana para cenar, se convirtió así en el cabo furriel de
la expedición.
Nos despertaba por las
mañanas con su grito de guerra; nos suministraba el agua para el trekking de
cada día; y a partir de las 17.30h, llamaba a la cena cuando le venía bien. Como
no te despertaras de motu propio, su anorak negro y amarillo es lo primero que
veías cada mañana.
Al poco de levantarnos,
estábamos en la tienda-comedor comentando las incidencias de nuestra primera
noche, y de repente Yelow Jacket nos plantificó una enorme y humeante cazuela encima
de la mesa al grito de “ Porridge !!”
Algo habíamos oído de este tipo de gachas, pero no podíamos imaginar el hedor a
vinagre que desprendían. Sabíamos que la base de esta receta típicamente
escocesa mezcla cereales (especialmente avena) con leche y azúcar, pero en su
versión tanzana, es de un maíz llamado ugali con sal y vinagre a tutiplén.
Tras los esfuerzos debidos
y previa añadidura de medio tarro de miel en algún caso, o mermelada de fresa
en otro, nos metimos el tanzanian porridge entre pecho y espalda …. Nada podría
ya con nosotros.
Sobre las 8.00h comenzamos
la marcha hacia Shira Camp. El paisaje comienza como una continuación de la
jornada anterior, ascendiendo durante una hora y media aproximadamente por lo
que va quedando del bosque tropical. A continuación, nos introducimos en el
páramo alpino, caracterizado por los brezos, las lobelias, y sobre todo por los
senecios gigantes, una especie de dalia monumental que solo se da en Kenia y
Tanzania a partir de los 3.500m de altitud.
Tras la retama, comenzamos
a ascender una cresta rocosa que nos llevará a una llanura llamada Shira
Plateau, ubicada entre los cráteres del Kibo y Shira a 4.100m de altitud, lo
que nos servirá para ir aclimatando.
Después de que Hans Meyer, Ludwig Purtscheller y el guía local Yohana
Lauwo pusieran por primera vez el pie en Uhuru Peak, el punto más alto del Kilimanjaro
en 1889, unos años más tarde, en 1926, otro misionero alemán, Richard Reusch,
encontró en el cráter principal el cuerpo congelado de un leopardo. Un misterio rodea al bicho. ¿Qué presa
iría rastreando cuando el frío le sorprendió y lo congeló? ¿Habría sentido
atracción hacia el pico por otras causas? El leopardo se convirtió en un
símbolo literario cuando Ernest Hemingway publicó «Las nieves del Kilimanjaro»,
un cuento que reflexiona sobre el ocaso de los días y la mortalidad y cuyo
epígrafe dice: «El Kilimanjaro es una montaña cubierta de nieve, de 5.895
metros de altura, y dicen que es la más alta de África. Su nombre en masai es
Ngáje Ngái, la Casa de Dios. Cerca de la cumbre se encuentra el cadáver seco y
helado de un leopardo, y nadie ha podido explicarse nunca qué estaba buscando
el leopardo por aquellas alturas».
Tal vez en su escalada suicida buscó refugio en la cueva de Shira,
donde pernoctaban los montañeros antes de que el Kili estuviera en los
catálogos turísticos y sus laderas se vieran salpicadas de tiendas
multicolores. Pero allí, en la boca de la cavidad volcánica, se respira
soledad, y si la mirada se dirige al sur, a los escarpados bastiones rocosos
que descienden desde la meseta hasta la llanura tanzana, uno se siente
microscópico, una anécdota insignificante de las edades geológicas de esta
montaña.
El paisaje a esta altura
no es de la dureza que tendrá el del día siguiente, pero la vegetación ya
brilla por su ausencia. Tras cinco horas de ruta, y después de contemplar el
volcán Shira y el Monte Meru, continuamos el camino hacia el campamento. Vamos
perdiendo altura y recuperando vegetación. A las 14.15h llegamos a Shira Camp,
a 3.840m de altitud.
Según llegamos al
campamento, nos encontramos las tiendas montadas y a Yellow Jacket llamándonos
al orden para comer unos spaguetti (que parecían fideos largo del “0”),
mezclados con una especie de buñuelos de maíz y unas tiras de pollo. Un manjar
del que dimos cuenta rápidamente.
Tras un pequeño descanso,
por la tarde nos fuimos a dar una vuelta por las inmediaciones del campamento
para visitar otro que estaba a una media hora caminando y que forma parte de la
ruta Lemosho. Aprovechamos la ocasión para meternos en la cueva de Shira y
tratar de sentirnos como el leopardo o los montañeros que escalaban la montaña
a principios del SXX.
Cueva de Shira |
De vuelta a Shira Camp nos
sentamos para disfrutrar del anochecer, ver como el sol se desploma, mientras el
rigor de la noche africana nos sacude con toda intensidad. La temperatura cae
con seguridad por debajo de 0ºC, aunque no podemos verificarlo porque Saleem ya
no está con nosotros. Como buen conocedor de la zona, el canalla se había ido a
cenar a su tienda dejándonos con nuestra taradura de turista europeo en el
Kilimanjaro. No le volvimos a ver hasta el how
was the day de las 20.00h. Muy tarde para lo que era habitual.
Después de la sopa de verduras y arroz con carne saturada de canela y otras especies, la inmensa
rasca que hacía iba in crescendo, así que decidimos ensacarnos a la mayor brevedad. Sin más historias y con los
dientes castañeteando, dimos las buenas noches a la Cruz del Sur y nos metimos en
las tiendas para empezar soñar con el leopardo, el Uhuru, Yellow Jacket,
Charlize Theron o lo que tocara, que el día siguiente sería cañero.
Brutal Juanus !
ResponderEliminarMe encanta Water for washing. Voy a probar con mi niño a ver si consigo que se lave, que no hay manera. Y si no, ya me pasarás el nº de teléfono de Yellow Jacket.
Como vea aparecer a Yellow Jacket, ríete tú del hombre del saco. Te digo yo que el niño se te lava por las dos caras, pero ya para siempre.
EliminarJuanito, la elección de las fotos no puede ser mejor. Y la calidad literaria, enorme ....... as usual. Al final vas a conseguir hasta que le coja cariño a Yellow Jacket y le eche de menos !!!! Y mira que era rancio el muy cabronazo !!! Le va como anillo al dedo el hipervínculo ... toda una avispa (buenísimo). Gracias por currártelo ....... pedazo blog .......
ResponderEliminarAbrazos fuertes.
A mi me pasa igual. Cuando voy a cenar ya no es lo mismo ... Me voy a grabar en el despertador su grito de guerra mañanero para tener un flashback al Kili cada matine.
EliminarTu si que sabes whiskolín. Apuesto a que no soñaste con el leopardo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bien sabes tú que no, mamón. Solo pensaba en el Uhuru ....
EliminarMuchas gracias, Juan, por ponerlo por escrito y por compartirlo. Estoy disfrutando un montón leyéndolo y confieso que se me acaba de escapar más de una risa recordando los mejores momentos.
ResponderEliminarUn besazo.
De eso se trata. De que nos riamos, y disfrutemos recordando y compartiéndolo con los amigos. Así ven que tampoco se sufre tanto ...;-)
EliminarA ver si cuelgas más fotos de atardeceres en otros campamentos, que viendo el de Shira, no me extraña que estéis soñando de día y de noche. Una vez más, fenomenal relato. Sigue dándole a la pluma.
ResponderEliminarNo se como tomarme lo de la pluma, pero seguiré dándole al tema.
EliminarToda montaña tiene sus leyendas... La del leopardo es muy buena !
ResponderEliminarOtra, atribuida a los Masái, habla de un antiguo trono guardado en el cráter del Kibo. Según dicha leyenda, Menelik, hijo del rey Salomón y de la reina de Saba, salió un día de su palacio para conquistar nuevas tierras y hacer crecer su reino. A medida que iba logrando victorias, su tesoro crecía y crecía, y cuando decidió volver a su reino, se topó con el Kili.
EliminarEn la seguridad de que era el monte más alto la Tierra y de que allí viviría su dios, decidió intentar subirlo para conseguir que le curara de la enfermedad que padecía. Menelik convocó a sus soldados para que le acompañaran y le ayudaran a subir sus tesoros.
El hijo de Salomón alcanzó la cumbre, sanó, consiguió la eternidad, y desde entonces vive dentro del cráter del Kibo en un trono de hielo que su dios le construyó en agradecimiento de los tesoros.
Desde aquel día, todos los montañeros que se aventuran en el interior del cráter ven un solitario y extraño pináculo de hielo sobre los restos de lava, que no es otra cosa que el trono de Menelik.