Blackout. El apagón

El entrenamiento de esta mañana ha sido diferente. He salido de casa con la idea de correr 8 ó 9 kilómetros para preparar la San Silvestre. El objetivo era acercarme "al trote" desde mi casa hasta uno de los accesos del sureste del Monte del Pardo, y sin darme prácticamente ni cuenta, he corrido sin querer más de quince kilómetros pensando en los personajes de Blackout. Os cuento:

La abundancia de energía en el siglo XX llevó a la humanidad a cometer errores en el diseño de sus abastecimientos” (…) “El mundo se había convertido en un lugar muy peligroso. Los pocos escrúpulos que sobrevivieron al fin del siglo XX, disfrazados de leyes y regulación, se desvanecieron el día que todo se apagó. El mundo se gobernaba por la Ley del más fuerte. Ambos sabíamos que solos no sobreviviríamos

Se trata de una visión dura sobre la situación a la que podría llevarnos un apagón energético. La ambición del ser humano crea a výpadek y karişiklik, que causan en pocos días un caos planetario sin parangón para el que los acomodados urbanitas no estamos preparados.

Un grupo de protagonistas localizados en países de cuatro continentes nos hacen vivir, a veces con desesperación, sus experiencias en un mundo en el que las comodidades más elementales desaparecen de repente. El apagón hace que nuestros protagonistas valoren repentinamente donde les han llevado las luchas entre oriente y occidente, la venganza, el consumismo desmedido, el despilfarro de los recursos naturales y su injusto reparto …

Como contrapunto al caos, encontramos a lo largo del libro extraordinarias y dulces citas a Las Mil y Una Noches - célebre compilación de cuentos árabes, así como varios cuentos Zen, que en pocas líneas nos hacen meditar sobre cuestiones aparentemente nimias, por las que habitualmente pasamos por alto.

Blackout te hará reflexionar sobre el modelo de vida actual, la sobreexplotación de los recursos naturales, y nuestra capacidad para sobrevivir fuera del sistema. ¿Seguridad a cambio de pérdida de libertad? o ¿libertad a cambio de riesgo y sacrificio?; ¿las nueve reglas de los nueve pilares de las corps, o la resiliencia ?

Gaia nos dará la respuesta.

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Al otro lado de la valla


En esta guasa de las carreras a pie hay otra figura que, creedme, se entiende aun menos que los que corren. Es el público. Después de ver pasar a los buenos, a los campeones, a los que dan el último arreón antes de cruzar la meta para batir algún tipo de record, se quedan ahí. En su puesto durante más de una hora, para animar a los miles que viene por detrás, y ver durante a un par de minutos a su conocido desguazado arrastrándose para cruzar la meta. Incomprensible.

Igual esto explica algo.

Carta recibida de una sufridora nata:

"¿Porqué corres si nunca ganas?. Esto es lo que escuchamos cuando un corredor le cuenta a un profano lo que hace.

Yo también dije esa frase un día. Una piensa que está loco, ¿Es que no puede hacer footing un rato como todo el mundo? Nooooo …, Si el corre, tiene que correr maratones, medias maratones …

Todo cambia cuando lo vives desde dentro, cuando los disfrutas con ellos. Entonces, te das cuenta de que hay otros 20.000 locos como él, que a su vez arrastran a familiares o amigos.

Como una gripe pasajera, invadimos pequeñas ciudades y otras veces no tan pequeñas. Las llenamos, las desordenamos, las revolucionamos, y luego, como un virus pasajero, nos vamos dejando a la ciudad agotada aunque satisfecha al mismo tiempo por haber sido el lugar del evento.

Los que no corremos nos colocamos al otro lado de la valla, con las cámaras a punto.

Esta vez hemos elegido un buen lugar a 200 metros de la meta. Tenemos buena visibilidad, y mientras esperamos, hacemos amigos, compartimos con ellos las referencias de quien venimos a animar; su marca, en que tiempo le esperamos hoy, en que cajón sale … etc.

Pasa una hora desde que salieron los primeros corredores, y llegan los honorables. Son algunos de aquellos que participaron en la primera convocatoria hace ya 47 años, y que han salido con preferencia para ser homenajeados.

Tras ellos comienzan a pasar los primeros en categoría discapacitados. Seres impresionantes. Me acuerdo de ellos cada vez que alguien pone una excusa barata, diciendo que no puede hacer algo, cumplir una ilusión, un sueño…

Mi cuerpo se pone alerta. Llegan los ganadores. Primero, como casi siempre dos atletas africanos. Seguro que Keniatas o Etíopes. Donde vayas, los ves ganar. Esta vez van seguidos de otros dos corredores españoles. Al rato, tras ellos, aparece la primera mujer que a batido record. Comienzan las emociones.

Pasan los segundos y aparecen pequeños grupos de corredores, dispersos. Tras ellos llega la avalancha, miles de personas pasarán delante de nosotros en una hora y poco más.

Impresionan sus caras. Lo dicen todo; unos emocionados; otros agotados pero satisfechos; algunos parecen zombis, y cuando uno los ve se preocupa. Tienen la mirada perdida en el horizonte, sus ojos desesperados buscan la meta, tienen sus fuerzas al límite. Lo saben, pero no están dispuestos a rendirse ahora.

En ningún tramo de los 20 kilómetros que dista Behobia de San Sebastián, están solos. Miles de voces les llaman por su nombre, les animan, les dan energía.

Siguen pasando como una manada por la sabana. Entonces piden por megafonía a todos los corredores que están entrando en línea de meta, que den palmas al ritmo de la música. Como un resorte, todos levantan sus brazos y aplauden sin dejar de correr.

Miles de escenas emocionantes convulsionan tu cuerpo, tu mente, tus sentimientos. Una mujer anda desorientada, su cara color verde. Dos voluntarios acuden corriendo, y la sujetan cuando está apunto de caer. Le señalan la camilla, pero ella echa sus brazos para atrás, se libera de quienes la sujetan, se recompone y sigue corriendo.

Es impresionante. Cada corredor pendiente de su crono, su ritmo, sus pulsaciones, su marca, pero absorbiendo todo lo que pasa a su alrededor. Si un compañero se para a su lado, le ofrecen su agua, le empujan para que siga, le ofrecen su mano aun sabiendo que con esto perderán alguno de esos segundos que para ellos son tan preciados.

Me emocionan esos detalles. Tengo que clavarme una uña en la palma de la mano para controlar una lágrima que se empeña en escapar de mis ojos. No se si podré resistir hasta el final.

Termina la carrera y todos invadimos el paseo marítimo junto al ayuntamiento. Ellos se abrigan, estiran y todos comentamos la llegada. Es el momento de encuentros, abrazos, besos y palmadas en la espalda.

¿Quién dijo que no ganan nada? Ganan el haber conseguido su reto, mantenido o mejorado su marca, el haber disfrutado de esta locura compartida junto a otros 20.000 locos que como ellos practicaron el compañerismo y disfrutaron con todos sus sentidos.

En pocas horas cada uno regresaremos a nuestro lugar de origen. San Sebastián, desordenada, queda en calma, y mañana no habrá ni rastro de que estuvimos allí.

Ellos (los corredores), felices, con la adrenalina a tope, doloridos algunos, con ampollas otros. Hoy les costará dormir, pero pocos en el mundo se sentirán tan felices y satisfechos.

Los que estuvimos al otro lado de la valla, también dormimos felices y agotados.

Muchas felicidades. Gracias por compartir con nosotros tantas emociones.

Hasta la próxima."








Behobia - San Sebastián


Cuando terminamos el año pasado la media maratón de Madrid, nos juramentamos para correr la siguiente edición de la Behobia – San Sebastián. Era por entonces el mes de abril, y aquello podía sonar a “calentón” fruto del subidón tras cruzar la línea de meta en El Retiro, pero no. Con insinuarlo solo una vez, sabíamos los cuatro que estaríamos allí.

Llegamos a San Sebastián el sábado por la mañana para ir ambientándonos, y retirar los dorsales por la tarde. Al llegar, nos encontramos con un día espléndido y las playas abarrotadas. Aunque estamos en noviembre, los termómetros marcaban 26ºC y la duda era optar entre bañito playero o paseo por la ciudad.

Como lo más aconsejable para la víspera de una carrera es descansar lo más posible, decidimos recorrer de ida y vuelta toda la Bahía de La Concha, parte de La Zurriola, y estar más de 8 horas por ahí zascandilenado.


Empezamos en el Peine del Viento para coger inspiración, paseamos las playas de Ondarreta y La Concha y nos fuimos a comer a un italiano los pertinentes carbohidratos en forma de pasta. Por la tarde fuimos a la feria del corredor (instalada en el interior del Kursaal) a retirar los dorsales y las camisetas, y continuamos paseando después por la playa de Zurriola.





De la cena de pintxos y birras en el Casco Viejo que nos metimos entre pecho y espalda para terminar de vulnerar todas las reglas, no entraremos en más detalles ….

El domingo por la mañana nos presentamos en Behobia. Un barrio de Irún ubicado en la frontera con Francia a la ribera del Río Bidasoa, en el que íbamos a tomar la salida de una de las carreras más antiguas de España: La Behobia – San Sebastián en su 47º Edición.

Ahora hay muchas carreras a pie a lo largo de toda la geografía nacional e internacional, pero la primera edición de la Behobia data de 1.919, en la que la corrieron tan solo 22 atletas.

Se trata de una de las carreras más emocionantes que he corrido. El público está presente acompañando a los corredores a lo largo de los 20 kilómetros de recorrido, especialmente en la salida en Behobia; al subir el Alto de Gaintxurizketa - cuyos 2 km recuerdan al Tourmalet -; el de Miracruz; y no digamos al llegar a la meta después de recorrer el Paseo Marítimo de la Zurriola en el que se forma un pasillo humano de tres o cuatro filas.

En la línea de meta estábamos con los nervios propios de este tipo de eventos, preguntándonos si seríamos capaces de llegar a la meta, y en caso de hacerlo, si lo haríamos de una forma “aceptable”. Es el momento en el que te planteas si has entrenado lo suficiente, si has desayunado correctamente, si la noche anterior sobró alguna cerveza … Sin embargo, cuando dan la salida, sucede como siempre y desaparecen todas las dudas acabas. Comienza el disfrute. La gente jalea a todos los corredores, y además por nuestro nombre, que pueden leer en el dorsal.








Y al llegar a meta, una vez más esa sensación inenarrable de cuando consigues el objetivo. Lo hemos vivido varias veces, pero todas son distintas. Cada carrera ha tenido sus dificultades. En algunos casos a lo largo de la misma, y en otros durante el entrenamiento, pero en todas ellas, cuando encarrilas la línea de meta, vuelves a sentir la satisfacción de la superación y el cumplimiento del objetivo. Da igual el puesto en el que cruzas la meta.

Queque, Antonio, Jimmy y yo, junto con otros 20.000 machacas de toda España y parte del extranjero, nos presentamos en San Sebastián orgullosos de nuestra hazaña, pensando en donde daremos el hachazo en la edición del año que viene.




Ni cachitas, ni esqueletos.



Sabéis que tengo cierta manía a los gimnasios y a los voluminosos músculos de algunos de sus fieles asiduos ...

La musculatura artificiosa no sirve más que para distorsionar nuestro organismo natural, y aportarnos peso adicional que acabará pagando nuestro esqueleto.

Es fundamental sin embargo potenciar la elasticidad de nuestra musculación de una forma natural. Utilizando para ello solo nuestro cuerpo, ejercitándolo de una forma saludable, y de ser posible, al aire libre. En contacto con la naturaleza.

Y en el caso de ellas, idem de lienzo. Nada de dietas milagro, ni buscar como objetivo la delgadez extrema a base de no comer. Basta con movernos.

Además de potenciar nuestra musculación de forma natural, el ejercicio aéróbico al aire libre evita la comparación con "otros cuerpos" de gimnasio, que en algunos casos, para lo único que sirve es para colocarse 2kg más en cada una de las mancuernas. Ejercitarnos en contacto con la naturaleza, hace que nuestro cuerpo pase a un segundo plano, que disfrutemos del paisaje que nos rodea, y que nos concentremos más con nuestro interior.

A largo plazo, el gimnasio solo funciona como complemento de otras prácticas deportivas. Y en todo caso, el exceso de musculatura obtenida artificialmente a base de repeticiones con enormes pesas y abuso de proteínas, nos perjudicará a todos los niveles.



El Collado de los Pastores (La Pedriza)


Fecha: 11 de septiembre de 2.011
Equipo: Alex, Kiko, Juan
Cima: El Collado de los Pastores (1.750 metros)
Desnivel: 850 metros

Con la idea de subir cumbres más altas, el pasado 11 de septiembre comenzamos un entrenamiento seleccionando una "ruta livianita", con preciosas vistas, y en la que pudiéramos ir hablando sin sufrir demasiado, para comentar y preparar objetivos más ambiciosos.

Entre la Maliciosa Baja y el Cerro de las Barreras, muy cerca de donde termina el Ventisquero de la Condesa, se encuentra a 1.750 m de altura el Collado de los Pastores, uno de los mejores lugares de La Pedriza para contemplar la mayoría de los picos de la Sierra de Guadarama.

Dejamos el coche en Canto Cochino, y Alex - que ese día hizo de sherpa (y por lo que vimos, no será el último) - decidió subirnos al Collado remontando el río Manzanares. Aunque en algún momento puntual tuvimos que subir alguna “piedrecilla”, y partiendo de la base de que salvamos un desnivel de 850m, el camino se nos hizo muy llevadero porque fuimos con la compañía del río durante toda la ascensión, quien era parte de nuestras conversaciones con el ruido de sus pequeñas cascadas.

Una vez en el Collado de los Pastores, coincidimos con varios ciclistas de mountain bike, pues esta pequeña cima es la culminación de una de las subidas más famosas de la Pedriza. La de las Zetas.

En el Collado hay cuatro paneles en los que podemos leer el nombre de todas las cumbres, picos y collados que se pueden ver desde allí, por lo que resulta un sitio muy apropiado para familiarizarse con la vertiente sur de la Sierra de Guadarrama y el Parque Natural de la Cuenca Alta del Manzanares, reserva de la Biosfera desde 1.993.

Si miramos además desde arriba hacia el lugar por donde hemos subido, podemos contemplar la garganta por la que el río Manzanares baja desde su cuna en el Ventisquero de la Condesa, hacia Santillana, que como os digo, forma el mayor conjunto de cascadas de Madrid. Los famosos Chorros del Manzanares.

Por cierto, una curiosidad del Ventisquero de la Condesa. Desde el Siglo XVII a finales del S. XIX, el nevero fue utilizado por algunos lugareños para vender en Madrid y alrededores, el hielo que se almacenaba en invierno, necesario para la conservación de los alimentos. Tapaban durante el verano el hielo con paja y centeno para protegerlo del sol y del viento, y lo bajaban a Madrid en carros.



Después de comer unos frutos secos y extasiarnos un buen rato con las vistas, cogimos las Zetas para abajo en busca de Canto Cochino, mientras nos juramentábamos para volver a subir pronto otro pico.