Cuando Yellow Jacket gritó: water for washing !!, me dio la
sensación de que acabábamos de meternos en el saco, pero al ver el reloj
comprobé que habían transcurrido cuatro horas. Eran las 23.15h.
Los nervios y las ganas de partir
hacia la cumbre habían hecho que no durmiera nada, y dedicara todo el tiempo a
acordarme de mi gente y a recapitular las anécdotas de lo que iba de ascensión.
Ya estábamos ahí. Había llegado la hora de la verdad. A seis horas y 895m de
desnivel nos desafiaba el pico Uhuru.
No tengo ni idea de la temperatura
que hacía, pero al encender el frontal vi el espesor del vaho al respirar, y me
di cuenta de que fuera del saco tendría que hacer mucho, mucho frío. Fuera de la
tienda tenía que ser terrible, pero al abrir la cremallera y contemplar una vez
más el espectacular cielo negro africano rebosante de estrellas, me dio un
subidón impresionante.
Los cristales de hielo que cubrían
la tienda comedor mantenían la lona de la puerta absolutamente rígida. Parecía
una puerta de madera con bisagras chirriantes. Al acceder al interior, vi a
Kiko y a Alex calentándose las manos - pese a los guantes - con una taza de té
hirviendo. Me senté con ellos mientras se incorporaban Ana y Pedro, y fuimos
dando buena cuenta de una enorme ración de palomitas con galletas de chocolate
que nos pusieron a modo de “recena” o desayuno. Según se mire.
A las 0.00h comenzamos la ascensión
pole pole, con 3,5 litros de agua a la espalda repartidos entre la camelback y
una botella. Aunque las estrellas iluminaban mucho, la luna estaba en cuarto menguante y tuvimos que encender
los frontales para no perder detalle del suelo …
Empezamos caminando despacio pero el ritmo fue incrementándose poco a poco, y a las 2.45h ya estábamos a 5.150m. A
esa hora, ya prácticamente todos sufriamos algún síntoma del mal de
altura, así que hicimos una parada técnica para descansar unos minutos y tomar
un iboprufeno.
Después del breve descanso nos
reenganchamos al paseo lunar, y continuamos ascendiendo despacio, como
astronautas. En silencio. Cuando miramos hacia arriba adivinamos algún frontal
que se confunde con las estrellas, y pese a que es el día donde más gente
vemos en la ascensión, ya que la subida
a la cima es común para todas las rutas, la sensación es de absoluta soledad.
Vamos interiorizando y disfrutando todas las sensaciones que percibimos por los
cinco sentidos.
De repente, Saleem empieza a gritar go! go ! follow me ! Ha decidido
adelantar un grupo que en su opinión nos estaba frenando, y se marca un
demarraje que recuerda los hachazos de Indurain en el Tourmalet. No sabemos
cómo, pero el caso es que conseguimos seguirle y adelantar al grupo en pocos
segundos.
El corazón latía desbocado. No se si
por el demarraje, por la altura, por la emoción, o por las tres cosas, pero el
caso es que las pulsaciones eran de sprint. Poco a poco fueron bajando,
mientras intuíamos la silueta del Mawenzi a nuestra derecha y escuchábamos a
Saleem decir que quedaba poco para Stella Point.
Cuando estábamos llegando a Stella, se desplomó
delante mío uno de lo miembros de la expedición. Durante unas décimas de
segundo el miedo se apoderó de mí, y pensé que acababa de terminar nuestra
aventura. Afortunadamente fueron décimas de segundo, pues enseguida vi que el montañero tenía un incontrolable
ataque de risa que me contagió de forma inmediata. No había ningún
motivo para reírnos de aquella forma tan desaforada pero el caso es que era imposible controlar la risa. En mi vida olvidaré aquellas risas tirados en el suelo a casi veinte bajo cero y 5.700m de altura.
Nos recompusimos como pudimos, y
continuamos la marcha hacia la cumbre. El viento y el frío eran cada vez más
severos, pero después de las risas que nos habíamos echado nada dolía y a las
5.10h ya nos habíamos plantificado en Stella Point, al borde del cráter del
Kibo.
Desde allí al Pico Uhuru solo nos
quedaban 100m de desnivel y una hora de camino. Los conocedores de la ascensión
dicen que una vez alcanzado Stella Point ya tienes la cima en el bolsillo, pero
nosotros estábamos especialmente cansados y con una sensación térmica bastante
extrema. Hacía ya un buen rato que la temperatura había caído más allá de - 20ºC y el
viento soplaba con bastante fuerza. Una hora en esas condiciones se nos haría
bastante larga …
Sin embargo, a los pocos metros de
dejar Stella vimos entre sombras las paredes del Glaciar Arrow y hielo
alrededor de todo el camino. Habíamos llegado a las míticas Nieves del
Kilimanjaro !!. Lejos quedaba ya Machame Hut.
El corazón empezó de nuevo a batir
acelerado pues al fondo del camino vimos el cartel de la cima. Los últimos
cincuenta metros fueron eternos, intensísimos. Especialmente por la
concentración de emociones que todos estábamos experimentando. La ilusión y la
adrenalina doblaron el pulso a la fatiga y a las 5.55h estábamos coronando la
cima del Kilimanjaro.
Nos fundimos en un intenso y emotivo
abrazo. Habíamos encontrado la magia del Kilimanjaro, y era el momento de colgar en lo más alto la
bandera de nuestros amigos de Abracadabra.
Acto seguido, el sol empezó a
iluminar la escena. Las sombras del glaciar se convirtieron repentinamente en
espectaculares paredes azules. Entre el mar de estrellas, las pocas nubes que
había se tiñeron de un rojo infinito que iba evolucionando a amarillo mientras
dejaban sitio a un impresionante cielo azul celeste que nos saludaba desde
el Mirador de África, y nos daba la enhorabuena por haber cumplido nuestro
sueño.
Por fin supimos lo que buscaba el
leopardo.