Se dice
por ahí que uno de los mayores espectáculos naturales que se pueden contemplar
en el planeta, es el amanecer del continente africano desde la cima del
Kilimanjaro.
Llevábamos
entrenando todo el invierno con el deseo de que llegara el mes de julio, para
escalarlo y comprobar lo que cuentan, pues no nos gusta dejarnos llevar por las
habladurías … Por fin estábamos allí. En un hotel en Moshi, mirándole cara a
cara.
Llegamos
al aeropuerto de Kilimanjaro a las 11.00h, tras el último y puntual vuelo con precision air. De ahí a Moshi, nos
desplazamos por carretera durante unos 40 minutos, sin retirar la mirada de la
ventanilla. Durante el trayecto, vimos varios rebaños de vacas y cabras
pastoreadas por Masais pertrechados con sus tradicionales túnicas, alternados
con pequeños edificios de bloques de hormigón “esponsorizados” por Vodafone y
Pepsicola
Moshi
está en la ladera sur de la montaña, y es una ciudad cohabitada por las etnias
Chagga y Masái, de la que parten gran parte de las expediciones a la cumbre.
El
Kilimanjaro se puede ascender por siete rutas. La Marangu, es la única con
cabañas en la que se puede dormir en literas y se le llama familiarmente la “Coca
Cola” por ser la más transitada; Umbwe, la de distancia más corta - 47km;
Lemosho, la de más fácil aclimatación, que sube por la cara oeste; Rongai, la
única que discurre por la cara norte; Mweka, la más rápida y quizás la menos
vistosa, que habitualmente se utiliza para descender; Western Breach, la más
técnica por ser la única en la que es necesario el uso de crampones y piolets
para atravesar el glaciar; y Machame Route, una de las que asciende por la
ladera sur y que tiene los campamentos más espectaculares. Esta última es conocida
también como la “Whisky” en contraposición con la Marangu. Definitivamente, y
no solo por adaptarse más el apodo a nuestro perfil, hacía meses que nos
habíamos decantado por subir por Machame Route.
El día de
llegada al hotel de Moshi fue de adaptación a la zona, repaso de la
distribución entre los petates del material que íbamos a llevar “para arriba”, y relajación por
los alrededores – con baño piscinero incluido – hasta que llegaran las 17.00h,
en la que íbamos a conocer a nuestro guía y su ayudante.
A la hora
prevista, se nos presentaron Saleem y Benja. Dos tipos fantásticos con los que
iríamos empatizando a lo largo de la expedición. Nos sentamos con ellos en una
de las mesas de la terraza del hotel, y recibimos la primera “briefing session”
de las que iríamos manteniendo los días siguientes después de la cena a la voz
de ........ How was the day ?.
Tras
hacerles todas las preguntas que se nos ocurrieron, que contestaron
manteniendo una pos seria e interesante con voz muy baja el uno, y una sonrisa
permanente con pinta de no enterarse de la conversación el otro, nos citaron al
día siguiente a las 8.00h en la recepción del hotel para partir en bus hacia
Machame Gate.