Cima: Collado del Miradero
Equipo: Alex, Kiko, Jara y Juan
Desnivel: 753m
Si nos hubieran llevado a
Horcher, Arzak o el mismísimo El Bulli, no nos habríamos deleitado tanto con la
cena, como lo hicimos el sábado pasado en el Collado del Miradero.
Aunque tiene nombre
de restaurante de cinco tenedores, es mucho más que eso. La cena tiene lugar bajo
un impresionante cielo estrellado, con total ausencia de contaminación lumínica,
en el que te das cuenta que las constelaciones tienen más estrellas de las que
pensabas.
Bajo las estrellas,
tenemos dibujado a la izquierda el perfil de las Torres de La Pedriza, la Cuerda
Larga, el Alto de Guarramillas y la Maliciosa. Una silueta en sombra de toda la
cadena montañosa, que estremece por su grandiosidad. Y si miramos hacia la
derecha, mejor dicho, hacia abajo a la derecha, contemplamos en silencio la
lejanía la ciudad de Madrid con sus 15 millones de megavatios arreando ……
Esas magníficas vistas,
van acompañadas de los sonidos de la naturaleza en riguroso directo, así como del
olor de los pinos, los robles y las jaras que sube hacia la cima antes de que
el rocío haga su aparición.
El pasado sábado, Alex,
Kiko, Jara y yo nos metimos entre pecho y espalda en ese restaurante, una cena
compuesta de unas raciones de queso, fuet y jamón, con una botella de rioja
gran reserva, que quedarán para los anales de la hostelería.
Y el precio muy apañado. Nada
que ver con los 150 euros por cubierto que te levantan en cualquiera de los
restaurantes citados al principio.
Basta con iros con las viandas
hasta Canto Cochino (La Pedriza), dejar allí el coche, cruzar el puente de
madera que hay allí sobre el río Manzanares, girar hacia la izquierda y tomar
la Senda de los Elefantes, que penetra en La Pedriza en paralelo al arroyo de
la Dehesilla.
Después de un buen rato
caminando, dejáis el Refugio Giner a la derecha y tomáis una escarpada diagonal
hacia la izquierda, y os adentraréis en el bosque camino viendo en frente a
mano derecha el Collado de la Ventana.
Después de tres horas
subiendo, habréis llegado al Collado del Miradero, y allí ya solo es cuestión
de elegir mesa, pues no hay problema de aglomeraciones o reservas.
Ante tal espectáculo,
decidimos reservar una habitación y quedarnos allí a dormir, pues con la cena
no tuvimos suficiente.
El desayuno - que estaba
incluido -, fue otra maravilla. La luz del amanecer iluminaba la cadena de
montañas que hacía siete horas eran solo un perfil en sombra. El color del
cielo evolucionaba a toda velocidad de negro a azul, al mismo tiempo que los
haces de luz pasaban de rosáceos a amarillos. Y mientras, Madrid apagaba sus luces para
dejar ver la estupenda seta marrón que cubre la ciudad.
Solo hubo una diferencia
con la cena, y es que ahora no estábamos solos porque un grupo de cabras
montesas se acercó a visitarnos para compartir con nosotros en silencio el
amanecer.
Del Kilimanjaro ya
hablaremos, pero de momento, el vivac en El Collado del Miradero ha resultado
pan comido (con jamón).
Pues vamos para arriba
Primer descansito
Go, go !
Para dormir cuando llueve
El bosque
Ñaus
La Maliciosa al atardecer
La Maliciosa al amanecer
La Maliciosa de día
Compañeras de desayuno
Nazco en una piedra, que mola más
Mejor no ponerse debajo
De vuelta en Canto Cochino